jueves, 16 de febrero de 2012

echo de menos la democracia

Camino del colegio el niño preguntaba por qué lo llevabamos en domingo y había que tranquilizarlo, decirle que no había cole. Los pasillos estaban desconocidos para él, llenos de gente mayor con sus documentos de identificación yendo de aquí para allá, consultando en los papeles que colgaban de las paredes. En la clase habían cambiado las mesas de sitio y había unos señores sentados detrás de las urnas. El niño pregunta que te pregunta, esto es para que papá y mamá decidan quien va a gobernar en el país. ¿Y a quien votas? Al que lo haga mejor. ¿pero quien?. Anda, coge ese papel y mételo en el sobre. Ese no, aquel. Era fácil explicar que papá y mamá iban a elegir a los gobernantes, no, al rey no. Hacerle saber al nene con palabras sencillas que las decisiones de sus padres tenían repersusiones al más alto nivel. Al salir del cole un corto paseo al sol mañanero, el niño agarrado a las manos de sus padres pisando sólo las esquinas de las losetas. Una mañana de domingo deliciosa que había que saborear porque los nenes crecen, y las preguntas se hacen más incómodas y se complican y ya se sabe, mejor callar aunque el silencio también sea incómodo. Es sano que los niños maduren y empiecen a ver por si mismos. También puede ser agradable.
Un domingo te despieras y sabes que ya no es igual, el suelo está frio, y al entrar en el aseo tienes la extraña sensación de que esa noche el diablo ha estado metiendo el rabo en el inodoro.

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